6 abr 2012

Estarías por ahí. No echando una mierda de cuenta a lo que te decían. Ya no te importaba nada y preferías comunicarte a través de la música. Eso. Eso fue lo que cambió mi forma de verte, y de ver el mundo. De ver cómo la gente solo dice estupideces, de ver cómo una imagen de ángel esconde una personalidad manipuladora, de ver cómo no sirve tener boca si no la vas a usar para nada importante, de ver cómo el cerebro no lo usa casi nadie, de ver cómo todo el mundo piensa que ya alguien cambiará el mundo, ¿para qué van a poner ellos su granito de arena?. Pude ver cómo las personas cambian, pero los recuerdos que dejaron no. Ver que las cosas tienen siempre doble sentido, y como no te puedes fiar ni de tu sombra. Por eso lo único que se me ocurre en momentos de impotencia es ponerme los cascos, la música alta, muy alta, hasta quedarme sorda, y hundirme en la oscuridad que me rodea. Hundirme en tus brazos para escuchar tu dulce voz y tu dulce melodía. Las canciones que componías, y las habladurías. Para escucharte a ti. A ti y a la música. A la música y a nosotros.

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