No sabe cómo ha llegado ahí,
busca en su inundada memoria y lo único que encuentra es vació No entiende
cómo, siempre ha sido buena para rememorar sus errores, una y otra vez, como si
fueran maldiciones cerniéndose sobre ella. Esta vez no hay nada, solo negro. Es
una persona pacífica, tranquila, pausada, ordenada, y aquí todo el mundo es
todo lo contrario a ella. ¿Por qué está ahí entonces? Alterna la vista en todas
las mesas, parándose a analizar a cada persona.
Esa chica de melena rubia
recogida en un moño el cual está recogido con su propia cabellera, un mechón
rodea la maraña de pelo. Ríe. ¿Por qué está contenta en un sitio así? Es menuda
y, a pesar de verse feliz, tiene los ojos cansados. Da pequeños botes sobre la
silla mientras les proporciona a sus compañeras una buena ración de empujones
entre risas.
El chico de ojos grises que le
resulta tan transparente y tan misterioso a la vez. Hay algo en la forma que
tiene de mirarla que despierta en ella una
sensación de curiosidad extrema. La atraviesa. Su pelo, alborotado sobre su
cabeza, negro como el carbón, negro como los ojos de ella.
La señora que juega con un
coletero entre sus dedos, se pasea decidida por la sala, viendo cada recoveco.
¿Por qué? Su mirada también le resulta a ella interesante, diferente, extraña.
Tiene algo que la hace sentir incómoda cada vez que la mira. Odia que la hagan
sentir así. Siempre lo ha hecho. <<Esto parece una cárcel>> Piensa
ella, suspirando, bajando la mirada hacia sus pantalones de hospital y sus
zapatillas de andar por casa.
De pronto, algo llama su
atención, en su mente. Todo es un tanto extraño. Demasiado quizá. Ella tiene
constancia de ello, pero no sabe cómo es que sabe eso. Es la hora de sus
pastillas. ¿Pastillas? ¿Para qué? ¿Por qué?
-Evelyn, tienes visita. –Ella
recuerda a ese hombre, recuerda que es el director que controla toda su vida
ahora mismo. Se encuentra tan perdida ahora mismo que solo traga saliva y
asiente. Se estira sobre la silla y sigue al director. Todo le resulta pesado,
no sabe ni cómo se mantiene despierta. Las piernas las arrastra por ese suelo
tan consumido a través de los años. Odia las luces blancas que alumbran su
camino, el hedor tan repugnante que entra por sus fosas nasales. Lo odia todo.
El hombre que la ha guiado abre
la puerta hacia una habitación, donde Evelyn encuentra a la persona que más
desea ver en el mundo. Su madre. Mira al director con esperanza en los ojos, él
se hace a un lado, ella pasa, y por primera vez desde que llegó ahí habla.
-¿Dónde me has metido? ¡NO ESTOY
LOCA! ¿POR QUÉ ME HACES ESTO? –Exclama llevándose las manos a su melena castaña
moviéndola como si de verdad se le hubiera ido la cabeza. Apoya la frente en el
borde de la mesa, agotada por todo. Solo cuando oye la voz de su madre alza
ligeramente la vista para mirarla.
-Evelyn, intentaste suicidarte.
–Dice calmada a su hija, de poco sirve, eso solo la desquicia más.
-Eres mi madre, se supone que
debes protegerme. –Evelyn respira hondo para no soltarle una bordería a su
madre, es de lo que le entran ganas.
-Eso estoy haciendo, necesitas
ayuda, y yo no puedo proporcionártela. –Estira el brazo para tocar a su hija,
quien se aparta como si le tuviera asco. Asco no, rencor, no entiende cómo
alguien que la quiere es capaz de hacerle eso. Error por parte de su madre
intentar calmarla con unas caricias, como hacía cuando la inocencia se veía en
la cara de Evelyn. Ese intento fallido solo provoca incomodidad entre madre e
hija.
-¡No! Esto no es lo que necesito,
necesito estar en casa, no aquí, donde todos me atiborran a pastillas y me
tratan como si fuera de cristal.
La mujer de pelo cobrizo levanta
la vista hacia su hija, realmente, es tan inocente, está tan perdida, da tanta
lástima que por un momento se le pasa por la mente el llevársela consigo a
casa, pero no puede. Está en tratamiento, no puede interrumpirlo ahora.
-Mamá. –Le suplica, con los ojos
cristalinos al borde de derramar un mar de lágrimas. –Este no es mi sitio, ni
siquiera sé cómo he llegado aquí, ni qué hago aquí, necesito tu ayuda, actúa
por una vez como una madre.
-Lo siento. –Esas últimas
palabras se le clavan a Evelyn en su cerebro como puñales, resulta muy agotador
toda esta situación, y más ahora. Su madre ni siquiera la mira al cruzar la
puerta y dejarla sola en esa habitación vacía. Sola.
Ay, mi queridísima Lau, ¿cómo es que todavía nadie se dignó a dejar su huellita aquí? Me siento indignadísima. Por eso no pude resistirme a comentar, pero no te quiero engañar: no me siento con muchas fuerzas para elaborar un comentario que lo merezca, y no, tampoco me lo he releído porque tampoco he encontrado fuerzas para ello. Quizá después necesite una charla contigo, para desahogarme, y lo entenderás todo. De momento, me gustaría preguntarte si esto es todo lo que yo ya había leído antes o es un fragmento, porque recuerdo que pasaban más cosas en lo que yo leí, ¿o me equivoco? Lo que opino del texto/capítulo ya te lo dije en su día, creo que no necesitas saber nada más.
ResponderEliminarTe quiere,
Yaiza.
Laura :O por dios, ¿Cómo no me he podido pasar antes por aquí, y cómo sólo tiene un comentario ésta entrada?
ResponderEliminarEs increíble, te lo digo de verdad.
Todos alguna vez nos hemos sentido solos, todos hemos sentido que nadie nos apoyaba, esta chica intento suicidarse y ahora, cuando necesita ayuda, sigue estando sola. De cierta manera, creo que este texto (En mayor medida) es como la vida real.
Sigue así, guapi.
Espero verte pronto por mi mundillo.
:))
Besos.
PUF. A ver qué digo yo ahora que esté a la altura. Los pelos de punta, Lau, de punta. De principio a fin. Me ha encantado la introducción, describiendo a los distintos personajillos que se paseaban por aquel extraño lugar que a ella tanto asco le da, y al que siente que no pertenece. Y luego un tremendo escalofrío me ha recorrido cuando ha visto a su madre y, más tarde, se ha quedado sola. Desgraciadamente, debo añadir que no es una situación nada surrealista, que es algo que podría ocurrir perfectamente a cualquiera y eso me entristece. Nadie debería quedarse sin nadie que le apoye y le ayude a salir adelante. Es lo peor que nos puede pasar. Una entrada genial, presiosa.
ResponderEliminarUn besazo,
Daw.
Apoyo lo que dicen Yaiza, Mir y Daw. Lo siento.
ResponderEliminarHas escrito algo muy... muy... MUY. Y me has dejado sin palabras, culpa tuya.
No lo entendía al principio, ahora ya sí. Ahora entiendo por qué odia ese lugar. Por qué todo.
Aunque dios, no sé si preferiría no saberlo. Ofú. Escalofriante.
Lau, me gustó mucho este texto,
S.
Madre mia, realmente me ha dejado con los pelos de punta!
ResponderEliminarme ha gustado mucho, besotes
Jo laura,es genial.No tengo palabras.Nunca me habia preguntado que ocurria tras un intento de suicidio.Al principio cuando dice lo de las pastillas no entendia nada pero al final cobra sentido y adsfdghj tendra segunda parte?No puedes dejar en el aire lo del chico de ojos grises.Un beso
ResponderEliminarClari
Mira, yo te adoro, ya lo sabes y siempre te leo. Lo que pasa es que odio comentar con el móvil, por eso comento tan poco.
ResponderEliminarMe encanta esta entrada a pesar de lo triste que es... Tengo intriga todavía que lo sepas. Es preciosa... ¿puedo decir qué he llorado? Pues sí, lo he hecho.
Te quiero muchísimo mi vida
http://feelingsofasmallhuman-nv.blogspot.com/