5 ago 2012

La música nunca muere, y menos si hay amor de por medio.


Era tal su espantoso recuerdo que lo ahogaba entre botellas rebosantes de alcohol siempre que tenía la oportunidad de hacerlo. Se sentía frustrada, le había fallado. Él lo sabía. Ella lo sabía. Todos lo sabían. ¿Qué se suponía que debía hacer después? ¿Confiar en que volvería? Estaba reacia a probar el amor de nuevo, a fracasar como había hecho millonadas de veces. Rememoró los días de felicidad vividos junto a él justo en el mismo lago que contemplaba desde una perspectiva esta vez más alta. Cuando era dueña de su abrumadora sonrisa y  cuando él no tenía ojos para nadie más que para ella. Cerró los ojos, se sumió en un silencio total, con la melodía que ellos dos se apropiaron en su día persistiendo aún en el silencio. Solo y exclusivamente escuchaba la letra en su mente, nada más,  la letra que ellos dos cantaban de memoria cada vez que se reunían en la montaña entorno al lago. Aunque sabía que esa música en aquel momento no era más que producto de su obstinada mente.

También recordaba detalladamente el día que se marchó. Jared juró ante a los ángeles que aquel último crepúsculo surcaban los cielos que la querría para siempre, y estaría cuando ella la necesitara. Mintió, frente los ángeles no se miente. Era algo sagrado para Leah y eso él no lo había respetado. Irguió la espalda recostada sobre las rocas conmemorando  cómo besó su frente prometiendo que se verían al día siguiente en el mismo sitio a la misma hora. Nunca apareció, y ella comenzó a perder la fe tanto en los ángeles como en su regreso. Años después, lo tenía asumido. Aunque cada tarde a las ocho, cuando el sol iniciaba su marcha para esconderse entre la copa de los árboles por el oeste, ella estaba allí, acostada sobre la misma piedra cada día. Esperando, sin fe pero con esperanza.

La canción había finalizado. Bajó deslizándose sobre las rocas y derrapó en la orilla del lago. Respiró hondo antes de comenzar a meterse dentro. Confirió un grito ahogado en un suspiro cuando rozó con la punta de los pies la fría agua. Ese día, en el lugar más oculto de su cerebro, se había accionado algo, no sabía qué. Solo sentía con total claridad que tenía que probar las sensaciones que se despertaban en ella al meterse en el agua después de tantos años transcurridos, la primera y última vez fue el día que él desapareció del mapa sin dejar ninguna pista. Le aterrorizaba lo que estaba a punto de suceder. Lo primero que afloró en ella fue el miedo, pero más tarde la indiferencia. Tampoco era para tanto. Minutos después, descansaba boca arriba sobre las pequeñas olas que danzaban bajo su cuerpo. En aquel ambiente reinaba la paz y la armonía.

Todo eso se desvaneció, y ese lugar lo ocupó el temor nuevamente. La sinuosa agua dulce la arrastraba hacia las profundidades. Poco a poco y forzadamente, su cuerpo se vio hundido y forcejeando para salir a la superficie. El pánico la avasalló. Los últimos titilantes rayos de sol se cernían por encima de su cabeza, pero ella cada vez lo veía todo más lejos y borroso. Con melancólica visión, echó un último vistazo hacia arriba y cerró los ojos. Se rindió ante su miedo. El agua le llenaba los pulmones hasta arriba, no había hueco para nada más. A Leah se le agotaron las fuerzas, se sentía pesada y lo único que quería era encontrarse con la muerte. Una sensación extraña la recorrió y, cuando abrió los ojos, se encontró con la cara de Jared, que la miraba exhausto y recibía de lleno su entrecortada respiración. Al principio estaba convencida de que era un simple sueño, simple pero bonito, y algo tan bonito no podía ser real. Pero después de un instante, cuando se incorporó sobre sus hombros y escudriñó la ladera de la colina con detenimiento para luego dirigir su vista al lago, se percató de que estaba en la orilla, empapada y viva.

-Tranquila, estoy contigo. –Susurró Jared.

-Tarde. –Respondió la chica sin apartar la mirada de sus ojos, viendo en ello reflejados su propia preocupación.

-Nunca es tarde para las segundas oportunidades.

Contemplaron como solían hacer en los viejos tiempos la luna. Se había hecho de noche haría unos minutos. Los árboles se mecían a merced del viento. Presa del pánico de nuevo, se levantó de un saltó enfadada.

-¡¿CÓMO TIENES EL MORRO DE VOLVER DESPUÉS DE TANTO TIEMPO PIDIENDO UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD?!

-¿De qué hablas? Nunca me he ido a ninguna parte.

-¿Cómo? –Dijo confusa.

-¿Leah estás bien? –Él también se incorporó a tiempo para agarrarla por la muñeca. Ella retrocedió escasamente un par de pasos y se detuvo mirando a Jared atónita.

-Tú… Tú no… -Tartamudeó, respiró hondo pretendiendo proseguir. –Tú no eres real. –Dijo finalmente.
Tan pronto como se hubo callado, la imagen de Jared se distorsionó, Leah vio la luna brillando reflejada en sus claros ojos y, un segundo después, eso no era más que locuras de su mente creadas mediante la melancolía que sentía en aquellos momentos. Examinó la noche que la había sucumbido e intentó que albergara algún sentimiento en ella después de ese encontronazo, pero nada, solo sentía un vacío enorme que no era para nada desconocido.

Pero entonces, ¿Quién la había salvado? Su ángel, su ángel siempre estaba ahí cuando lo necesitaba. Volvió a tener fe en ellos, y la esperanza permaneció presente junto a Leah, aunque supiera que no volvería. No obstante, no sabía las causas de su huída. Desde arriba, Jared la miraba entornando los ojos, cada día a las ocho, él cantaba junto a ella su canción. La de ellos dos. La de nadie más que ellos.

Hasta el día de la muerte de Leah. A las ocho en punto cerró los ojos sobre aquella vieja roca y no volvió a abrirlos. Y Jared estuvo con ella, esperándola. A día de hoy, la melodía suena a la misma hora de siempre, y si alguien busca, nunca encuentra el lugar proveniente de las voces. Y nadie sabe tampoco si se han reencontrado, si Leah ha cambiando de opinión respecto a las segundas oportunidades. Pero se escucha, se escucha perfectamente sus delicadas voces cantar. La música nunca muere. Y menos si hay amor de por medio.




Es muy largo, comprendo que no queráis leerlo, aún así, espero comentarios. ¡Gracias!

4 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho esta entrada Laura. No te enfades, pero creo que es mi favorita. Y las imágenes son preciosas. Me encanta de verdad. A ver si hablamos, vale¿?
    Besos pequeñaja <3

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  2. Tienes un blog taaan hermoso ... <3 Y las imágenes son fascinantes

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  3. No diré nada de las imágenes, porque para algo lo he leído. Y me ha encantado, me gustaría que hicieras más entradas de estas, y te voy a dar un consejo que me dieron a mí en su día: separa más los párrafos. Resulta muy pesado a la vista, sobre todo cuando las entradas son tan largas, así que lo que yo hago es dejar una línea en blanco cuando termino el párrafo. Espero que te sea útil, y que te pases en cuanto puedas por mi blog <3

    PD: Juraría que yo ya te había comentado aquí... :/

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  4. Estoy de acuerdo con Yaiza, tal vez los párrafos más separados para no cansar la vista :) Pero sin duda, tienes un talento increíble, y esa imaginación, bendita sea. Amo historias como esta. El final, me ha dejado sin palabras ♥

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