Una vez le dijeron que en los
pequeños detalles se esconde lo mejor. Y lo meditaba cada amanecer hasta que la
encontró. Y miró. Y se fijó. Y la quiso. Y se quisieron. Y, aunque ella lo
ignorara, él ya conocía cómo se ponía en sus días malos, él sabía cuanta tinta
invertía en escribirle, aunque nunca le entregara todas esas cartas; él conocía
a fondo los recodos más invisibles de su cuello, la comisura de sus labios y
las montañas de su cuerpo que en conjunto creaban un paisaje espectacular donde
perderse. Él sabía cuánto amaba ella los días de lluvia, Italia y hablar con
cualquiera sobre cine. Él sabía que el cine era su vida. Él sabía lo que
opinaba de la gente que no respeta opiniones, de las personas que critican lo
que ellos mismos son y de esta realidad que la llevaba hasta el fondo del pozo
cada día más. El sabía la importancia de llevar cafeína en su cuerpo día y
noche; sabía lo que significaba que le reconocieran alguno de sus éxitos.
Sabía lo importante que era soñar para ella, crear un mundo de unos ojos negros
como el carbón o azul cielo. Conocía ya lo mucho que odiaba los días soleados,
pero también lo mucho que le gustaba el sol al amanecer y al atardecer. Sabía
su necesidad de perderse juntos carretera adelante, con una sobredosis musical,
sin importar ni a donde van ni de dónde vienen, solo ellos. Sabía lo que disfrutaba
cerrando los ojos y deleitándose con música clásica, y lo que gozaba leyendo a
Bécquer o a Neruda. Sabía que cada noche se desgarraba la garganta en gritos de
añoranza de lo que fue ella una vez, en gritos de dolor por lo que es ahora,
aunque él no quisiera a otra chica a su lado, aunque él la valorara así, con
esas manías, la de enredar el pelo entre sus dedos, el no poder estarse quieta
en ningún momento y su necesidad de dosis de soledad diarias, manías de las que
él estaba al tanto, y que le encantaban, manías que no quería cambiar.
Él la conocía recién levantada,
enfadada, triste, contenta, llorando, cansada, enferma, la conocía después de
salir de la ducha, y dentro de ella, la conocía dormida y melancólica, cuando
no sentía nada y cuando era la persona más feliz del mundo, la conocía disfrutando
de la música, de leer, de escribir y de escuchar los ‘te quiero’ que él le
brindaba a su oído cada amanecer. Y sabía, y conocía, y amaba todo aquello que
ella era, cuando nadie más se había molestado ni siquiera en intentarlo.
La conocía cuando su pulso no
aguantó más, cuando exhaló su último suspiro, cuando su corazón no bombeó más y
cuando lloró porque no quería abandonar ni esa vida y a él. Y conocía el
sufrimiento que le producía verlo llorar a él.
Y también sabía que ella no se
iría tranquila allá donde tuviera que irse sin saber que el seguiría adelante.
Aunque su recuerdo nunca se iría.
Oh my god Laura. Es precioso. (Me ha sonado muy raro llamarte Laura, pero quería sonar seria.)
ResponderEliminarMe has puesto la piel de gallina en serio, a medida que iba leyendo iba elevando la voz en mi cabeza sin saber
y queriendo saber el final
Y pum, increíble, como siempre.
Te asdfgghh,
Mir.
QUIERO. UNO. ASÍ. O MEJOR DICHO: LO QUEREMOS. YA.
ResponderEliminarBffff... Un chico tan así. Todas merecemos alguien así. Y es una pena que ella al final acabe de ese modo, pero la vida es como es. Aunque bueno, ¿qué te voy a contar que no sepas? Me ha fascinado la descripción. De veras. Y esa imagen tan tierna para rematar.
Lau, yo también te admiro. Y tú sí que eres increíblemente alucinante.
Espero saber más de esa chica tan apasionada del texto algún día, así que ya sabes. Aquí estoyyyy.
Un besazo,
Lutz.
Te ha quedado precioso Lau, aunque ojalá existieran chicos así. Esos solo los hay en los libros y en entradas como la tuya, que son perfectas y lo serían aún más si fuesen reales. Sigue así ♥
ResponderEliminarQue precioso, yo quiero un chico como el de tu historia :)
ResponderEliminarUn besito enorme, nos leemos.
http://theworldofthelettersanddreams.blogspot.com
It's beautiful. :D
ResponderEliminar¿Puedes pasarte por mi blog, Laura? http://adreaminhollywood.blogspot.com.es/
Espero que te guste. Tengo más, pero te dejo este.
No te molesto más.
Un besito, y sigue así.
Joder, Lau, joder. Conforme leía la entrada, me iba enamorando del personaje del chico, que la conoce tan bien y que sabe hasta el más mínimo detalle sobre ella. Supongo que más de una mataríamos por tener a alguien así. Y el final, oh dios mío, me ha dejado con los ojos como platos y la boca abierta. Te superas día a día, cielo. Nunca dejes de escribir, porque es un placer para todos aquellos que te leemos.
ResponderEliminarTe admira mucho,
Daw
Y que el amor verdadero se esconda en saberse hasta el más mínimo rasgo del a persona a la que se quiere. Que el amor verdadero se esconda en la comisura de las sonrisas que se roban el uno al otro. Que se resguarde entre los paréntesis de sus mejillas que se formaban cuando se le contagiaba la risa del otro.
ResponderEliminarSi es que, escribes tan bien, que contagias.
Contagias la añoranza, el deseo, las ganas, el sentir el amor verdadero.
Haces lo que toda buena escritora desea hacer,
transmitir.
Te admiro,
S.
¡Qué entrada!¡qué chico! y ¡qué historia más bonita! de verdad que me he enamorado de ese chico conforme lo iba leyendo, joder nada más que con esto me entran ganas de quedarme por aquí-y vaya que lo haré- estoy deseando de leerte más. Me ganaste desde el momento en que leí el título de la entrada de Neruda - ahí supe que tenía que leer sí o sí lo que había tras esos versos, y menos mal que lo hice- escribes genial (aunque no seré la primera en decírtelo) así que, sin más, te sigo, espero poder leerte pronto.
ResponderEliminarUn besito
¿Por qué ese final? ¿Tanto nos odias? :'(
ResponderEliminarAy, al margen de eso, y para no repetir lo evidente (que me encanta) me gustaría concentrarme en ciertos momentos de tu texto. Lo primero, es que comparto esa admiración a Neruda. Segundo, me ha encantado eso de la "sobredosis musical". Suena bien, si se elige bien la música. Algún día tengo que probarla. Y tercero, el detalle de "la conocía después de salir de la ducha, y dentro de ella", me ha matado. Porque se me ha escapado una sonrisa. Una sonrisa tierna y pícara, no sé si me entiendes. Es el detalle que hace el texto más real. No todo tan "sentimental" en plan "ñoño", y tú más que nadie entenderás lo que quiero decir. Es como una gotita de humor o naturalidad, ¿sabes?
Me encantan este tipo de textos, Lau. Sigue así.
PD: Perdona mi demora.
Yaiza.